martes, 24 de marzo de 2009

Isabel de Wittelsbach-Wittelsbach SISSI emperatriz








click al gráfico para ampliar y ver claramente
tránsitos del día de su muerte

http://www.islabahia.com/arenaycal/2003/07julio_agosto/anabel96.htm
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http://www.ciberjob.org/mujeres/historia/sissi.htm


http://es.wikipedia.org/wiki/Sissi



http://www.elmundo.es/1998/01/06/cultura/06N0107.html
EL MUNDO periodico

La emperatriz Sissi, desmitificada en el año de su centenario
Angeles Caso descubre en una biografía la auténtica personalidad de la esposa de Francisco José

Nació en Munich, Baviera. Con 16 años Elisabeth acompañó a su madre y a su hermana mayor, Elena de Baviera (Nené) en un viaje a la residencia de verano de Ischl, donde se esperaba que el Emperador de Austria, Francisco José I de Habsburgo-Lorena, de 23 años, se fijase en la mayor de las hermanas, pero en su lugar, se sintió atraído por la menor de ellas, por lo que eligió a Elisabeth. Por lo tanto, el 24 de abril de 1854, se casó con el Emperador de Austria, y por este matrimonio se convirtió en Emperatriz de Austria y desde 1867 en Reina de Hungría.
Elisabeth tenía dificultades para adaptarse a la estricta etiqueta que se practicaba en la corte de Habsburgo, no obstante, le dio al emperador tres hijos en rápida sucesión: la archiduquesa Sofía Federica de Austria, que murió a los dos años de edad, la archiduquesa Gisela de Austria (1856-1932), el esperado sucesor al trono, el archiduque Rodolfo (1858-1889), y la archiduquesa María Valeria de Austria (1868-1924). Se le negó a Elisabeth la crianza de sus hijos, que estuvo a cargo de su suegra, la archiduquesa Sofía de Baviera, y después del nacimiento de Rodolfo el matrimonio comenzó a deteriorarse. Sólo se le permitió criar a su última hija,María Valeria, a la que ella llamaba cariñosamente "mi hija húngara", dado el gran aprecio que le tenía a ese país.
Dotada de gran belleza, se caracterizó por ser una persona rebelde, culta y avanzada para su época: fumaba, hablaba varios idiomas, practicaba la equitación, escribía poesía, cuidaba su figura, le gustaba viajar y detestaba el protocolo de la corte imperial de Viena, de la que permaneció alejada, debido en parte a los continuos enfrentamientos con su suegra, la archiduquesa Sofía, y más tarde por la muerte de su primogénita Sofía, lo que le llevó a una depresión,y el suicidio del príncipe heredero, Rodolfo, y su amante una baronesa de la nobleza húngara de nombre María Vetsera.
También toleró, hasta cierto punto, el romance de su marido, el Emperador, con la actriz Katharina Schratt ya que Sissi detestaba la vida de corte, aversión que se convirtió con el tiempo en auténtica fobia y también la vida conyugal. Esta fobia le provocaba en sus breves estancias en Viena transtornos psicosomáticos como cefaleas, náuseas y depresión nerviosa. La emperatriz se mantuvo siempre que pudo alejada de Viena y de la vida pública. Fue una emperatriz ausente de su Imperio, aunque no por ello menos querida por el pueblo o menos pendiente de los asuntos de Estado. De hecho fue la emperatriz una de las impulsoras de la coronación de Francisco José como rey de Hungría.
Fue una mujer muy culta. Tenía un carácter obsesivo, en especial por su cabello,que era de color rubio obscuro y se lo tiñó de castaño para resaltar sus adornos de flores. Estudió griego, para disfrutar de los clásicos, con tal afán que llegó a dominarlo. Estudiaba durante horas y contrató a un lector llamado Cristomanos que durante años le leyó obras clásicas en esta lengua y con el que sostenía charlas en griego, para practicar. Profundamente identificada con la causa húngara, Sissi aprendió con ahínco el húngaro hasta dominarlo por completo. Dominaba también el inglés y el francés, circunstancia que aprovechó para leer obras en estas lenguas directamente. Amaba la obra de Shakespeare y también la de Hegel.
En 1889, la vida de Elisabeth quedó hecha trizas por la muerte de su único hijo, y por tanto, del único heredero al trono, el príncipe Rodolfo, de 30 años, y su joven amante, la Baronesa María Vetsera fueron hallados muertos, aparentemente por suicidio. El escándalo se conoce con el nombre de Mayerling, por el nombre del refugio de caza del príncipe donde tuvo lugar la tragedia.
Después de la muerte de Rodolfo, la Emperatriz siguió siendo un ícono adondequiera que fuera: un largo vestido negro con botones en la parte superior, una sombrilla blanca hecha de cuero y un abanico marrón que escondía su rostro de miradas curiosas. Sólo unas pocas fotografías se conservan, de fotógrafos con suerte que lograron congelarla en una imagen sin que ella lo advirtiera. La emperatriz, que siempre había estado en extremo preocupada por su belleza y su figura, a partir de la treintena dejó cada vez menos que la retrataran y mucho menos que le hicieran fotos, ocultando su rostro tras sombreros, abanicos y sombrillas, para que nadie la captara en su madurez. Que la Emperatriz Elisabeth visitara a su marido el Emperador en Viena era extraño, pero interesantemente, su correspondencia aumentó de frecuencia durante los últimos años y la relación entre los emperadores se había convertido en platónica y cariñosa.

En su vapor imperial, llamado Miramar, la Emperatriz recorrió el Mar Mediterráneo, siendo uno de sus lugares favoritos Cap Martin, en la Rivera Francesa, donde el turismo se había hecho constante a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Pasaría algunas temporadas de verano en el Lago de Ginebra en Suiza, Ischl en Austria, y en Corfu, donde se construyó un palacio, el "Aquilleón", en honor a Aquiles, uno de sus héroes griegos preferidos. Además, visitó otros países como Portugal, España, Marruecos, Argelia, Malta y Grecia, Turquía y Egipto, ya que los viajes se habían vuelto en algo común en su vida, aunque también en un escape de ella misma.

El Mito


(El día de su coronación).

Monumento de Isabel de Baviera (Sisi) en Szeged, Hungría.
Es dudoso su papel político, aunque dicen que ejerció influencia sobre el emperador para lograr el compromiso de 1867 por el que se creaba la monarquía dual austrohúngara. Al ser coronada reina de Hungría, el 8 de junio de 1867 en Cfen, recibió como obsequio el palacio Gödölö. Esto, junto con sus continuos viajes a Hungría acrecentó el rumor de una relación sentimental con el Conde Gyula Andrássy. La causa de sus viajes continuos a Hungría era la profunda simpatía e identificación con la cultura y la causa húngaras.
Entre sus destinos en el extranjero cabe destacar Baviera, Grecia e Irlanda. También visitó ciudades españolas como Palma de Mallorca, Alicante y Elche, donde bautizó la palmera de siete brazos. Estuvo también en Madeira recuperándose de una supuesta tuberculosis. Sissi padeció trastornos de tipo nervioso como anorexia, depresión, crisis de ansiedad y fobia a la vida pública.
Con el enfermizo objetivo de mantener su peso en 50 kilos y su cintura de tan sólo 47 centímetros, con una altura de 1,72 metros, la Emperatriz inventó sus propias dietas para adelgazar consistentes en jugo de carne y algo de fruta, y en largas caminatas diarias de más de 10 km que agotaban a todas sus damas de compañía, que tenían que ser relevadas al poco tiempo. Como en aquella época los especialistas de nutrición no existían, nadie podía informarle a Isabel que su estado correspondía con el de una enferma bulmaréxica, mezcla de las dos enfermedades nutricionales más extendidas del Occidente actual (bulimia y anorexia). Sus comportamientos obsesivos no hacían efecto sólo en sus hábitos alimenticios, sino también en las ocupaciones diarias, ya que tenía la necesidad de siempre estar en movimiento, de no sentarse, de caminar por largas horas y de montar otras muchas a caballo. El desencadenante principal de esta obsesión para mantenerse bella y delgada empezó por sus primeros tres embarazos de rápida sucesión. Además, la emperatriz no deseaba mantener relaciones con su marido.
Los alimentos principales de la Emperatriz eran carne de ternera, pollo, venado y perdiz; carne fría, sangre de buey cruda, tortas, helado y leche, prescindiendo de verduras y frutas, a excepción de naranjas. Sin embargo, era muy extraño que demostrara su apetito enfrente a cualquier persona. Los únicos que habían tenido la oportunidad de ver a la Emperatriz sentada ante una mesa fueron sus hermanos, algún otro miembro de la familia de Baviera, su hija menor, a quien consideraba como única hija, y su profesor de equitación, Middleton.
Como parte de la familia Wittelsbacher, la equitación fue una de sus grandes pasiones, que compartía con los Habsburgo, la familia de su esposo, mientras que los Borbones eran aficionados por el arte. La necesidad de aire libre la heredó de su padre el duque Maximiliano, que inculcó a sus nueve hijos el amor por el campo y los animales.
Su afán como amazona no sólo tenía que ver con el arte de montar, que realizaba de lado, sino también a su vestimenta. Una vez sentada en el caballo, ordenaba coser su traje de falda larga para que tuviera una caída perfecta. La Emperatriz encontró la gimnasia como una actividad de todos los días que alargaba su manera compulsiva varias horas, algo que no era común para una dama de su época. En todos los palacios en los que se asentó mandó colocar espalderas, anillas y escaleras. Estas obsesiones hicieron que su vanidad se acrecentara a lo largo de los años y ni siquiera las noches le otorgaban un buen sueño. Por su parte, las actividades corporales en forma compulsiva y su recortada dieta aumentaron su carácter ya de por sí neurasténico, algo que afectó su salud gravemente. Isabel sufrió reuma, neuritis y además por todo el cuerpo, gracias a su ayuno flagelante.
Desde los 44 años sufrió casi todo el tiempo dolores de ciática y en las piernas, acumulación de líquidos. No le ayudaron sus visitas a los balnearios que frecuentaba, aunque el médico Georg Metzger, probablemente ayudado por la psiquiatría, logró cambiar sus manías nutritivas.
Murió a los 61 años el 10 de septiembre de 1898 en Ginebra, asesinada por el anarquista italiano Luigi Lucheni, que en realidad estaba planeando un atentado contra el pretendiente al trono francés Henri de Orléans. Fue asesinada con un punzón que le clavó su asesino fingiendo un tropezón por el que empujó a la emperatriz. Al principio esta no fue consciente de que la habían herido, sólo pensaba que aquel extraño hombre pretendía robarles a ella y a su dama de compañía. Al subir al barco que las estaba esperando comenzó a sentirse mal y a marearse, por lo que su dama de compañía le desabrochó el corsé, siendo entonces conscientes de la fatal herida por la que ya no pudo hacerse nada, costándole la vida a esta gran mujer. Uno de los más famosos valses de Johann Strauss lleva el nombre de "Sissi Emperatriz" pues fue estrenado en un cumpleaños de la soberana y ha pasado a la posteridad como una gran obra musical decimonónica.
http://www.elmundo.es/cronica/2002/346/1023101950.html
Sissi, bulímica y anoréxica
LA AUREOLA romántica de la Emperatriz ha ocultado sus obsesiones por el físico. Su afición a comer dulces de forma compulsiva era compensada por maratonianas sesiones de gimnasia y dietas a base de carne cruda y sangre de buey

MÓNICA FOKKELMAN. Viena

Sissi Emperatriz no era la dulce princesita encarnada en celuloide por Romy Schneider. Vivía obsesionada por su delgadez, algo que afectó a su salud y a su carácter. / CORBIS
Las valiosas piezas de platería y porcelana imperiales que se exhiben en la mesa de banquete del vienés Palacio de Invierno de Hofburg (Austria) no adornaron los ágapes de todos los miembros de la Casa Habsburgo que durante siglos ocuparon las diferentes alas del palacio.

Aunque las exigencias del marketing turístico nos hagan revivir la tradición imperial y el ceremonial palaciego, la emperatriz que más se saltó las reglas protocolarias, ausentándose en muchas ocasiones de las comidas reales, fue Isabel de Austria, más conocida por Sissi.

Casada desde los 16 años con el Emperador Francisco José, a los 25 años Sissi empezó a obsesionarse con su figura que quería mantener perfecta, según relata el libro Programas de las dietas de Sissi, que acaba de publicar la editorial austriaca Amalthea, de la escritora Gabriele Praschl-Bichler.

Con el enfermizo fin de mantener su peso de 50 kilos (repartidos en una estatura de 1,72) y de guardar su cintura de tan sólo 47 centímetros, Sissi se inventó una serie de dietas de adelgazamiento y hábitos alimenticios. A falta de especialistas en nutrición, que no existían en su época, nadie podía decirle a la emperatriz que su cuadro correspondía al de una enferma bulimaréxica. La palabra comprende a los aquejados de las dos enfermedades nutricionales más extendidas del Occidente actual: la bulimia y la anorexia.Se observa en personas propensas a los atracones de comida compensados con la obsesión compulsiva de hacer ejercicio.

Sus comportamientos obsesivos no sólo afectaron a sus dietas sino también a sus ocupaciones diarias, marcadas por un frenético afán de moverse, de no sentarse, de andar horas y horas por el monte y de montar otras muchas horas más a caballo.

El desencadenante principal de esta recalcitrante manía de mantenerse bella y delgada surgió a raíz de sus tres primeros embarazos.Sissi tuvo cuatro hijos: Sophie (que murió a los dos años), Gisela, Rodolfo y Valéry. Sissi no sólo no deseó jamás descendencia.Además aborrecía a los niños y odiaba el olor de los bebés.

Las torturas a las que sometió su cuerpo grácil no solo atentaron contra su salud, sino que además aumentaron su irritabilidad y le provocaron insomnio.

Un consomé compuesto por una mezcla de carne de ternera, pollo, venado y perdiz; carne fría, sangre de buey cruda, leche, tartas, pasteles y helado constituyeron los alimentos principales de la Emperatriz. Prescindió durante casi toda su vida adulta de verduras y de fruta, a excepción de las naranjas.

Su apetito no se mostraba ante cualquiera. La Emperatriz desaperecía normalmente de la mesa si estaba en presencia de su marido o de su familia política. Los únicos privilegiados que llegaron a disfrutar de la imagen de la Emperatriz sentada a una mesa debidamente puesta fueron sus ocho hermanos y hermanas, algún que otro miembro escogido de su familia de Baviera, los Wittelsbacher; su hija menor, Valéry, a la que adoraba y a la que solía referirse como su única hija; y su profesor de equitación, el inglés Bay Middleton, de quien se enamoró perdidamente.

Se dejó influenciar por las dietas que seguían los jinetes ingleses con los que participó en un sinfín de monterías, convirtiendo el beefsteak crudo en el único alimento que solía tomar durante sus largas horas a caballo.

Ni siquiera en su castillo húngaro de Gödöllö, donde tenía su propia cuadra con más de 60 caballos, dejó de aplicar este férreo tratamiento, cuya austeridad compensaba muchas veces con la celebración de espectáculos circenses y noches de música zíngara.

Su especial relación con Hungría, país del que fue reina, es de sobra conocida. No sólo adoraba el ardor y la vivacidad de los húngaros, sino que además influyó decisivamente en el importantísimo acuerdo que se firmó en 1867 entre Austria y Hungría, conocido como el Compromiso Austro-húngaro, por el que se creó la doble monarquía conservando cada estado su propia administración e instituciones. A su preferida, Valéry, la llamaba «mi hija húngara», por haber nacido en ese país. Casi todos los diarios escritos por Valéry hacen mención especial a los arranques de apetito que de vez en cuando tenía su madre. Cuando Sissi se juntaba con sus hermanos ingería grandes cantidades de chocolate, tartas de crema y helados (su preferido era el de violetas).

SU PROPIO ESTABLO
Su bebida favorita era la leche, una de las pocas pasiones que llegó a compartir con su marido. En el palacio de verano de Schönbrunn mandó instalar un establo. Para no prescindir de leche fresca durante sus largos viajes, solía transportar vacas, cabras o corderos con ella.

Las dos semanas que solía pasar cada año en su castillo de Achilleon, en Corfú, implicaban el trasiego incesante del yate imperial Miramar, que desde Trieste hacía llegar sus pedidos de chocolote, especias, vino, cerveza y carne.

Sus extravagancias también se reflejaron en sus fantasías literarias.Entusiasmada por los relatos de Homero, convirtió sus viajes en barco a Corfú en verdaderas emulaciones de la Odisea, que revivía haciéndose atar al mástil en las jornadas más tempestuosas.

Los atracones de pasteles los compensaba con singulares dietas creadas por una terquedad inusitada y una voluntad férrea.

Las más conocidas consistían en un revuelto de cinco o seis claras de huevo con un poco de sal, o en el caldo que desprende la carne cruda, líquido que llegó a tomar a diario en los últimos años antes de ser asesinada en Ginebra en 1898 por el anarquista Luigi Lucheni, quien en realidad planeaba un atentado contra el pretendiente al trono francés, Henri de Orléans.

El kéfir, una bebida láctea espesa fermentada por bacterias y hongos que en aquella época era muy conocida en Rusia pero no se consumía en Centroeuropa, fue otro de los alimentos que incluyó pocos años antes de su muerte en sus curas de adelgazamiento.Otro de sus experimentos más conocidos fueron las «curas de la glándula tiroidea» a base de un líquido que procedía de glándulas tiroideas animales.

LA PASIÓN DE MONTAR
Como buena Wittelsbacher (estirpe que gobernó Baviera desde el siglo XII hasta la I Guerra Mundial) la equitación fue una de sus grandes pasiones. Esta afición la compartía con los Habsburgo, la familia de su esposo, que en contraposición a los Borbones, más interesados por el arte, mostraron siempre gran fascinación por la naturaleza.

La necesidad de esparcimiento al aire libre la heredó de su padre, el duque Maximiliano, hombre de espíritu liberal que inculcó a sus nueve hijos el amor por la montaña, el campo, los animales, la equitación y hasta la acrobacia circense. Una vez cumplidos los 40, Sissi siguió con sus clases de acrobacia sobre caballo a galope con Elise Renz, la hija de un director de circo.

Su afán perfeccionista como amazona no sólo afectaba al arte de montar, que realizaba muy femeninamente de lado, sino también a su atavío. Una vez sentada en el caballo mandaba coser su traje de falda larga para que los pliegues tuvieran la caída perfecta.

Sissi se negó a practicar deportes de moda como el tenis. La necesidad de un compañero de juego contradecía sus ansias de independencia. Practicó la natación, la esgrima, el senderismo y, a los 60, poco antes de morir, aprendió a montar en bicicleta.

La emperatriz díscola encontró en la gimnasia una actividad cotidiana que extendía de manera compulsiva a lo largo de varias horas, algo inusual para una dama de su tiempo. En todos los palacios en los que llegó a pernoctar mandó colocar espalderas, anillas y escaleras.

Sus paseos de seis horas por el monte inspiraban las quejas más asiduas de sus damas de compañía y personal de seguridad, que no podían seguirla. Vencer las laderas escarpadas era su debilidad, y las coronaba gracias a su frenética y exaltada necesidad de movimiento.

Sissi prohibió colocar sillas en sus salas de audiencia y dicen que andaba de un lado a otro mientras escuchaba a las visitas.

A partir de 1882, a la edad de 45 años, pocos meses después de abandonar la equitación (al parecer nada más conocerse el anuncio de casamiento de su profesor de equitación, Bay Middleton) empezó a aprender esgrima, y sustituyó las monterías y la caza del zorro en Inglaterra o Irlanda por las largas marchas. En una ocasión anduvo 30 kilómetros en tan sólo siete horas.

Su vanidad se acrecentó a lo largo de los años y ni siquiera las noches le proporcionaban el merecido descanso. Para preservar su figura decidió ceñir sus caderas con paños húmedos varias veces por semana.

Sus actividades corporales compulsivas y su estrechez de miras a la hora de alimentarse acrecentaron un carácter ya de por sí neurasténico, afectando negativamente a su salud. Sissi sufrió reúma, neuritis y edemas por todo el cuerpo, causados por su ayuno flagelante.

Desde los 44 años sufrió casi permanentemente dolores de ciática y acumulación de líquido en las piernas. Sus visitas a los balnearios de Karlovy Vary, Gastein, Baden-Baden o Bad Kissingen no contribuyeron demasiado a mejorar su estado. El único médico que logró cambiar un poco sus manías nutritivas fue Georg Metzger, que probablemente echó mano de la psiquiatría.

PROHIBIDAS LAS FOTOS
A partir de los 50, el cutis de Sissi estaba muy deteriorado, motivo por el cual siempre llevaba velo. Las últimas fotos o cuadros que se hicieron de la emperatriz datan de cuando tenía 30 años. Tras cumplirlos se negó a posar más, y su pésima dentadura nos ha privado de imágenes risueñas.

Hace años, una exposición organizada en Austria rompía con la aureola romántica tejida alrededor de la emperatriz, sobre todo a raíz de las películas protagonizadas por Romy Schneider, y mostraba el contenido del botiquín que solía llevar en sus viajes.En él no faltaban un frasco de morfina ni la jeringuilla para la cocaína.



3 comentarios:

La Dame Masquée dijo...

Muchas gracias por la felicitacion, madame.

Veo que hoy has puesto a Sissi, por la que siente gran interes Guiomar.

Era bastante extraña. Continua siendo un misterio en muchos aspectos. Dificil de estudiar.

Bisous

isthar dijo...

hOLA, LEE LOS ESTUDIOS QUE HAN HECHO Y ACLARAN BASANTE.
bESOS iSTHAR

isthar dijo...

En la princesa de Eboli, hay un análisis astrológico por un muy buen astrólogo. Te va a interesar. Besos Isthar